miércoles, 23 de diciembre de 2015


Noches mágicas,
donde cada luz es un deseo,
una esperanza,
una ilusión,
un sueño...

Noches y días especiales,
momentos inolvidables,
para disfrutarlos,
con ganas, con pasión,
y vivirlos a pleno.



Feliz Navidad
y

Buen Año Nuevo!



viernes, 21 de agosto de 2015


Caminaba por la rambla cuando lo ví. Habían pasado muchos años pero lo reconocí …mi piel lo reconoció. Pasé delante suyo, apuré el paso y volví a casa en un estado de agitación inimaginable después de tanto tiempo. Agradecí estar sola, no tendría que explicar el temblor de mis piernas.


Pensaba al hecho de que no me había notado cuando sonó el celular; ”número privado” …respondí igual.

Soy yo. En media hora te espero en el lugar de siempre. No faltes.  Era él.

¡Dios! Él…, su voz…, ¿cómo había hecho? Entonces sí, me había visto. ¿Quién le habría dado mi número? Demasiadas preguntas surgían en mi cabeza. Pero no importaban. Todos estos años esperando esa llamada. Me arreglé y salí. Iba a su encuentro. Sabía que no debía hacerlo. Pero quería…, lo deseaba con cada célula de mi cuerpo.

Llegué donde solíamos encontrarnos, debajo del muelle. Y ahí estaba esperándome. Lo saludé con un hilo de voz, y por respuesta me tiró hacia él y me besó. Su lengua recorrió mi boca con el hambre que dan los años de espera. Junté fuerzas y me separé de su cuerpo.

No puedo…, ahora las cosas son diferentes… dije.
¿Por qué?, ¿por esto? preguntó tomándome la mano con la alianza.
Sí, me casé un año después que me has dejado... respondí queriendo parecer aún enojada.
Yo no te dejé…, tú nos dejaste…, tú no quisiste seguir… -dijo, y parecía enojado.  Y si no puedes, ¿qué haces acá?, ¿por qué no te has quedado con él?
Está de viaje. Y son años que nos debíamos una conversación... casi le grité.
Niña…, no es una conversación lo que nos debemos… dijo y mientras pasó una mano por mi nuca empujándome hacia él otra vez.

No me resistí. No podía. No quería. Esta vez la hambrienta era yo. Mi lengua recorrió cada rincón de su boca. Le mordí el labio. Mis manos recorrían su pecho y sus brazos. Como años atrás, en un abrir y cerrar de ojos, hizo que me sentara sobre él y me desabrochó la camisa y el sujetador. Sin perder un segundo sentí su boca en mi seno. No sé si el cuerpo tiene memoria pero juraría que sí. Apenas sintieron su lengua, mis pezones se endurecieron como piedras. No aguanté más y le desabroché el jeans, su erección ya era impresionante. Mi mano empezó a masajearlo, mientras él seguía lamiéndome …mordiéndome …excitándome. Yo ya estaba completamente mojada, y el orgasmo fue incontenible, tuve que soltarlo por miedo a hacerle mal.

Sos el único que hace me corra con sólo su boca en mis tetas… le dije y me dispuse a terminar lo que había empezado. Pero me sacó la mano de su polla, se acercó a mi oído y me susurró:  "Esta vez no nos vamos a frenar acá…"

Hizo que me pusiera de pie; me sacó el jeans, que terminó sobre la arena junto al suyo. Mirándome a los ojos me sacó el tanga, y observó divertido como el rubor inundaba mi cara.

Esta vez te haré todo lo que deseábamos y tanto miedo te daba… dijo mientras sus manos en mi culo empujaban mi sexo hacia su cara.

Su boca entre mis pliegues, su lengua haciendo círculos en mi clítoris, sus dientes mordiéndome los labios…, todo me resultaba exquisito…, sentí como me encendía otra vez. Y él también lo sintió. Me saboreó de tal manera que creí que tendría otro orgasmo ahí, en pie. Pero no. Las manos sobre mi culo me tiraron hacia abajo e hizo que me sentara sobre él nuevamente…, me penetró de forma bestial, con ansiedad animal. Sus dedos se abrieron paso por detrás y sentí como empazaba a hacer presión. Busqué su boca…, la saboreé…, la mordí… Mis gemidos se ahogaban en su cuello. Finalmente metió su dedo por detrás y en ese instante arqueé mi espalda, no pude retener el orgasmo, temblaba entre sus brazos y él no se detenía, me dejaba acabar otra vez.

Cuando empezaba a calmarme, lentamente se desprendió de mí y se puso de pie. Aún con mi poca experiencia, supe exactamente que quería. Tomé su sexo con mis manos y me lo llevé a la boca. Era enorme y durísimo. Tenía sabor a mí. Lo saboreé con ganas…, con deseos atrasados. Con la mano acompañaba los movimientos. Arriba y abajo. Sus manos entre mi pelo también lo hacían. Mi lengua lo recorría entero, lamiendo cada centímetro. No aguantó demasiado e inundó mi boca con su hombría. Lo tragué y con la lengua limpié hasta la última gota que salía de su volcán.

Se dejó caer de rodillas. Nos tumbamos en la arena abrazados. Su corazón estaba tan acelerado como el mío. Sentía tantas cosas…, quería decirle tantas cosas…, pero la voz no me salía.

Ay vida mía… ¿has visto?, es así que tendría que haber sido… Pero no importa, esto es sólo el inicio… dijo mientras me tomaba por el culo, casi pellizcándolo.
¿Promesa o amenaza? le pregunté mientras lo miraba con picardía en los ojos. Rió…, me abrazó…, me besó…, y, como tantos años atrás, así esperamos el amanecer.


viernes, 24 de julio de 2015



Quiero deslizarme por tu espalda,
dejar el perfume de mi deseo sobre ella.
Llegar a tu cuello, rozarlo con mi boca,
adueñarme de tu oreja y penetrarla con mis susurros.
Caer en la delicia de tus labios,
y sentir lo salvaje de tu lengua.
Quiero que mis piernas se enreden a tu cintura,
y que el ritmo de tus caderas sea igual al de mis ganas.
Que el vaivén de tu sexo y el mío
sea acompañado por la música de nuestros gemidos.
Quiero que ardas en el fuego que provocas
en mi cuerpo… en mi mente… en mi alma.




martes, 14 de julio de 2015

Ese intenso deseo (final)

Su lengua describía círculos en mi sexo. Y mis gemidos aumentaban cuando con los labios presionaba mi clítoris. Creí que estallaría, pero en ese momento se detuvo, mirándome de forma lasciva y provocadora. Me tomó por las caderas y me giró. Apoyó su mano en mi espalda y me recorrió hasta la nuca, haciendo en forma que bajara y dejándome expuesta, abierta a él.
Sin más preámbulos y cerrando su puño en mi pelo, me penetró. Despacio…, suave…, haciéndome sentir la dureza de su polla hasta lo más profundo. Mi espalda se arqueaba y notaba como mi interior se dilataba y contraía recibiéndolo. Bajó hasta que pude sentir su respiro en mi nuca…, agitado…, extasiado. Susurró a mi oído: “Me encanta sentirte así…, entregada…, mía…”. Y su mano volvió a tirar de mi pelo.

Delicada pero decidida, me separé de él. Sus palabras me habían hecho estremecer, pero también había despertado mi parte rebelde. Hice que se sentara y que me deseara viéndome desde abajo. Que me oliera mientras me acercaba, y me alejaba cuando quería tocarme. Comencé a bajar sobre él hasta empalarme en su erecta virilidad. Llevé sus manos hasta mi culo, para que acompañara mis subidas y bajadas por su miembro. Y su boca se dirigió ávida a mis pezones, que lo esperaban…, duros, erectos. Quise disfrutarlo lentamente pero el perfume de su piel junto a la mía, ese olor a sexo que invadía todo el ambiente, era más de lo que podía soportar. Comencé a aumentar el ritmo de mi cabalgada en tanto que mis uñas le dibujaban la espalda. Entonces fui yo que acercándome a su oído le susurré: “Me encanta sentirte así…, entregado…, mío”. Lo sentí estremecer mientras sus puños se cerraban nuevamente en mi pelo; jalando a ritmo de sus golpes de caderas. Ambos comenzamos a sentir los espamos que anunciaban el orgasmo. Él sostenía mi espalda mientras la arqueaba, y entre ahogados gemidos sentí su caliente esencia invadirme dentro.

Aún no recuerdo en qué momento o cómo llegamos a la habitación. El amanecer me sorprendió allí. Al despertar lo ví a mi lado, dormía serenamente boca abajo. Lo observé por algunos minutos. Decidí levantarme sin hacer el menor ruido. En puntas de pie fuí hasta el salón, recogí mis prendas y me vestí. Al calzarme las botas rocé la alfombra y un caliente temblor recorrió mi cuerpo, recordando la noche apenas pasada.
Antes de irme, le escribí una nota, sabía no le gustaría pero no podía arriesgarme a que despertara, no habría podido dejarlo, y ambos sabíamos que eso no era posible.

D.:
Fue una noche extraordinaria…
Ahora debo marcharme; ambos sabemos el por qué.
Disfruta tu estadía en la ciudad, y espero
podamos vernos, nuevamente, antes de tu partida.


Un beso.


M.


martes, 7 de julio de 2015

Hechizados


Musa desconocida
te instalaste en mi,
seduciéndome
sin que yo me diera cuenta.

Perdí la cabeza
por una musa
me entregué sin preguntas
en sus brazos.

Eres una bruja,
hechicera y encantadora,
no quiero despertar de este conjuro
en el que me has atrapado.







Poeta...
hecho Hombre...
hombre de ensueños...
caballero con brazos de refugio...
macho que enciende mi piel y mi sangre...
no despiertes...
no sin mí...
porque, si tú estás atrapado...
yo lo estoy contigo...


martes, 30 de junio de 2015

Ese intenso deseo... (2)

No, ¿y tú? -me preguntó pasando el hielo por mis labios. Sentí cómo el calor invadía mi cuerpo. Decidí quitarme el jersey, quedándome sólo con el jeans y la camiseta de lycra negra; el encaje de la cual dejaba ver claramente la excitación de mi seno. No dejaba de observarlo en sus movimientos. Era tanta la excitación que me provocaba, que al mirarlo no podía evitar morderme el labio. Su gesto con el hielo había hecho que mis pezones se endurecieran…, estaban erectos…, expectantes de su toque…, de él.

Volvió a acercarse, lentamente, como un felino cuando ya tiene su presa, y repitió el juego, pero esta vez no se detuvo en mi boca. Con su otra mano me tomó por la nuca e hizo en modo que me recostara sobre la alfombra. Podía sentir el perfume en su cuello. Abrí su camisa y pasé mis manos por su pecho, enredando mis dedos en su vello. Él me alzó la camiseta y desabrochó el sujetador, quitándome ambas cosas a la vez. Su boca bebió el agua que el hielo había dejado entre mis tetas, y enseguida comenzó a lamerme un pezón, su lengua alrededor de mi aureola…, mordiendo…, succionando. Mientras me pellizcaba el otro con sus dedos. Y esa mezcla de dolor y placer hizo que la humedad de mi sexo llegara hasta el jeans. Bajé mis manos para desabrocharlo y noté la erección de su polla. Por lo que abrí sus pantalones y la saqué, comenzándolo a masturbar. Al hacerlo sentí el chasquido de su lengua y cómo se arqueaba su espalda. Mientras ésta se hinchaba en mis manos. Pulsaba...

Sentí sus manos bajar por mi cintura, abriéndome rápidamente el jeans y empujándolo hacia mis pies. Se soltó de las mías, sujetándolas al lado de mi cuerpo. Mientras su boca se deshacía de mis bragas. Su lengua entre mis muslos…, entre mis pliegues…, absorbiendo toda mi esencia. Y ahora, la que arqueaba la espalda, ofreciéndole todo mi sexo abierto, era yo. Quería más…, mucho más…, y él no se haría rogar...


sábado, 13 de junio de 2015

Ese intenso deseo...

Era ya la hora, y se me había hecho tarde. La muestra se había extendido más de lo que pensaba. Apenas salí, lo ví. Estaba parado delante del Duomo. Me detuve un momento. Cómo me buscaba entre la gente, mientras controlaba su reloj. El viento enredaba mi pelo y los tacones me impidieron correr hacía él. Llegué por detrás, me estreché a su espalda y cubrí sus ojos con mis manos. Sentí cómo respiraba mi perfume. Se giró y por unos segundos me perdí en sus ojos. Nos besamos…, mordisquié su labio…, su lengua invadiendo mi boca, suave, tiernamente. El mundo se detuvo por unos instantes. Comenzó a llover; me tomó de la mano, entrelazando sus dedos a los míos, y fuimos hacia la Galería.

Eligió un antiguo bar, una mesa bastante apartada, un rincón íntimo. Antes de sentarnos lo escuché pedir: “Due cappuccini per piacere, grazie.” Nos ubicamos uno frente al otro. No dejaba de observarlo. Se había quitado la chaqueta, y tenía la camisa apenas abierta. Se veía tan sexy. Sentirlo tan cerca, tan él, erizaba mi piel. Me tomó de la mano y dejamos el café. Aún seguía lloviendo por lo que me dijo que tomaríamos un taxi, si bien su apartamento estaba cerca. Me gustaba el contacto de su mano, sus dedos entrelazados a los míos, y su pulgar acariciándome la palma.

Subimos al taxi y yo no podía dejar de observarlo…, miraba su boca, y mordía mi labio pensando en ella. En ese instante él me pasó su otra mano por la cabeza, acariciándome los cabellos aún mojados. Un escalofrío recorrió toda mi espalda. Entonces nos acercamos, atraídos como imanés, y no pude hacer a menos de besarlo. Suave, mi lengua jugó a buscar la suya…, despacio, sin dejar de mirarlo a los ojos, provocándolo. Apoyé mi mano en su pecho, haciendo como que bajaría por él; pero el taxi se detuvo delante de su portal y tuve que frenarme.


Entramos en el ascensor, y apenas inició a subir, me empujó delicadamente contra la pared del fondo. Una mano sobre mi nuca y su lengua invadiendo mi boca. Esta vez él tenía las riendas y yo no me resistía…, lo deseaba y él lo sabía. Llegamos al piso, él abrió la puerta conmigo pegada a su espalda. El apartamento estaba en penumbras pero aún así se percibía su buen gusto en la decoración; clásica pero exquisita. Me ayudó a quitarme el abrigo, encendió un par de velas y me ofreció algo de tomar. Mientras fue a preparar los tragos me acomodé en el sofá, quitándome las botas porque quería sentir con mis pies descalzos esa espectacular alfombra que hacía de reina en el salón. Al hacerlo mi piel se erizó…, imaginando lo que allí sucedería.
Volvió con los vasos, haciendo que el hielo tintineara en ellos. Me miró, comiéndome con los ojos. 

¿Tienes mucha sed? -pregunté mientras me humedecía los labios con el whisky. Apoyé el vaso en la mesita cercana, gesto que él imitó, tomando un cubo de hielo y acercándose provocadoramente… La noche apenas comenzaba...


jueves, 11 de junio de 2015


Soy un gusto adquirido…
no para todos, pero para los que me toman...
te daré todo de mí, todo el tiempo.
(Jhene Aiko)



Deseo tu boca.
Deseo que me recorras entera.
Que explores con tu lengua cada centímetro de mi piel.
Que muerdas… que explores.
Que me penetres con ella
y saborees aquello que me provocas.
Que te bebas mi esencia,
que cada gota de esa miel quede en tus labios.
Porque es tuya y
Tuya Soy.



lunes, 8 de junio de 2015


Quiero arrancar tu lógica
y sacar tu más
 apasionado instinto.
Quiero montar en el vaivén de tus caderas,
y que sientas el fuego que provocas en las mías.
Quiero que mis dedos marquen esas comillas
cuando tus ardientes extremidades acaben en oración.