Caminaba
por la rambla cuando lo ví. Habían pasado muchos años pero lo reconocí …mi piel
lo reconoció. Pasé delante suyo, apuré el paso y volví a casa en un estado de
agitación inimaginable después de tanto tiempo. Agradecí estar sola, no tendría
que explicar el temblor de mis piernas.
Pensaba
al hecho de que no me había notado cuando sonó el celular; ”número privado” …respondí igual.
Soy yo. En media hora te espero en el lugar de siempre. No faltes. –Era él.
¡Dios!
Él…, su voz…, ¿cómo había hecho? Entonces sí, me había visto. ¿Quién le habría dado mi número? Demasiadas preguntas surgían en mi cabeza. Pero no importaban.
Todos estos años esperando esa llamada. Me arreglé y salí. Iba a su encuentro.
Sabía que no debía hacerlo. Pero quería…, lo deseaba con cada célula de mi
cuerpo.
Llegué
donde solíamos encontrarnos, debajo del muelle. Y ahí estaba esperándome. Lo
saludé con un hilo de voz, y por respuesta me tiró hacia él y me besó. Su
lengua recorrió mi boca con el hambre que dan los años de espera. Junté fuerzas
y me separé de su cuerpo.
No puedo…, ahora las cosas son diferentes… –dije.
¿Por qué?, ¿por esto? –preguntó tomándome la mano
con la alianza.
Sí, me casé un año después que me has dejado... –respondí queriendo parecer aún enojada.
Yo no te dejé…, tú nos dejaste…, tú no quisiste seguir… -dijo, y
parecía enojado. Y si no puedes,
¿qué haces acá?, ¿por qué no te has quedado con él?
Está de viaje. Y son años que nos debíamos una conversación... –casi le grité.
Niña…, no es una conversación lo que nos debemos… –dijo y
mientras pasó una mano por mi nuca empujándome hacia él otra vez.
No
me resistí. No podía. No quería. Esta vez la hambrienta era yo. Mi lengua
recorrió cada rincón de su boca. Le mordí el labio. Mis manos recorrían su
pecho y sus brazos. Como años atrás, en un abrir y cerrar de ojos, hizo que me
sentara sobre él y me desabrochó la camisa y el sujetador. Sin perder un
segundo sentí su boca en mi seno. No sé si el cuerpo tiene memoria pero
juraría que sí. Apenas sintieron su lengua, mis pezones se endurecieron como
piedras. No aguanté más y le desabroché el jeans, su erección ya era
impresionante. Mi mano empezó a masajearlo, mientras él seguía
lamiéndome …mordiéndome …excitándome. Yo ya estaba completamente mojada, y el
orgasmo fue incontenible, tuve que soltarlo por miedo a hacerle mal.
Sos el único que hace me corra con sólo su boca en mis tetas… –le dije
y me dispuse a terminar lo que había empezado. Pero me sacó la mano de su polla, se acercó a mi oído y me susurró: "Esta vez no nos vamos a frenar acá…"
Hizo
que me pusiera de pie; me sacó el jeans, que terminó sobre la arena junto al
suyo. Mirándome a los ojos me sacó el tanga, y observó divertido como el rubor
inundaba mi cara.
Esta vez te haré todo lo que deseábamos y tanto miedo te daba… –dijo
mientras sus manos en mi culo empujaban mi sexo hacia su cara.
Su boca entre
mis pliegues, su lengua haciendo círculos en mi clítoris, sus dientes
mordiéndome los labios…, todo me resultaba exquisito…, sentí como me encendía
otra vez. Y él también lo sintió. Me saboreó de tal manera que creí que tendría
otro orgasmo ahí, en pie. Pero no. Las manos sobre mi culo me tiraron hacia
abajo e hizo que me sentara sobre él nuevamente…, me penetró de forma bestial,
con ansiedad animal. Sus dedos se abrieron paso por detrás y sentí como
empazaba a hacer presión. Busqué su boca…, la saboreé…, la mordí… Mis
gemidos se ahogaban en su cuello. Finalmente metió su dedo por detrás y en ese
instante arqueé mi espalda, no pude retener el orgasmo, temblaba entre sus
brazos y él no se detenía, me dejaba acabar otra vez.
Cuando
empezaba a calmarme, lentamente se desprendió de mí y se puso de pie. Aún con
mi poca experiencia, supe exactamente que quería. Tomé su sexo con mis manos y me lo llevé a la boca. Era enorme y durísimo. Tenía
sabor a mí. Lo saboreé con ganas…, con deseos atrasados. Con la mano acompañaba
los movimientos. Arriba y abajo. Sus manos entre mi pelo también lo hacían. Mi
lengua lo recorría entero, lamiendo cada centímetro. No aguantó demasiado e
inundó mi boca con su hombría. Lo tragué y con la lengua limpié hasta la última
gota que salía de su volcán.
Se
dejó caer de rodillas. Nos tumbamos en la arena abrazados. Su corazón estaba
tan acelerado como el mío. Sentía tantas cosas…, quería decirle tantas cosas…,
pero la voz no me salía.
Ay vida mía… ¿has visto?, es así que tendría que haber sido… Pero no
importa, esto es sólo el inicio… –dijo mientras me tomaba por el culo, casi pellizcándolo.
¿Promesa o amenaza? –le pregunté mientras lo
miraba con picardía en los ojos. Rió…, me abrazó…, me besó…, y, como tantos
años atrás, así esperamos el amanecer.