No, ¿y tú? -me preguntó pasando el hielo por mis labios.
Sentí cómo el calor invadía mi cuerpo. Decidí quitarme el jersey, quedándome
sólo con el jeans y la camiseta de lycra negra; el encaje de la cual dejaba ver
claramente la excitación de mi seno. No dejaba de observarlo en sus
movimientos. Era tanta la excitación que me provocaba, que al mirarlo no podía
evitar morderme el labio. Su gesto con el hielo había hecho que mis pezones se
endurecieran…, estaban erectos…, expectantes de su toque…, de él.
Volvió
a acercarse, lentamente, como un felino cuando ya tiene su presa, y repitió el
juego, pero esta vez no se detuvo en mi boca. Con su otra mano me tomó por la
nuca e hizo en modo que me recostara sobre la alfombra. Podía sentir el perfume
en su cuello. Abrí su camisa y pasé mis manos por su pecho, enredando mis dedos
en su vello. Él me alzó la camiseta y desabrochó el sujetador, quitándome ambas
cosas a la vez. Su boca bebió el agua que el hielo había dejado entre mis
tetas, y enseguida comenzó a lamerme un pezón, su lengua alrededor de mi
aureola…, mordiendo…, succionando. Mientras me pellizcaba el otro con sus
dedos. Y esa mezcla de dolor y placer hizo que la humedad de mi sexo llegara
hasta el jeans. Bajé mis manos para desabrocharlo y noté la erección de su polla. Por lo que abrí sus pantalones y la saqué, comenzándolo a masturbar. Al
hacerlo sentí el chasquido de su lengua y cómo se arqueaba su espalda. Mientras
ésta se hinchaba en mis manos. Pulsaba...
Sentí
sus manos bajar por mi cintura, abriéndome rápidamente el jeans y empujándolo
hacia mis pies. Se soltó de las mías, sujetándolas al lado de mi cuerpo.
Mientras su boca se deshacía de mis bragas. Su lengua entre mis muslos…, entre
mis pliegues…, absorbiendo toda mi esencia. Y ahora, la que arqueaba la espalda,
ofreciéndole todo mi sexo abierto, era yo. Quería más…, mucho más…, y él no se
haría rogar...